La aldea está desierta, no hay nadie más que dos mujeres que saludamos de lejos, y nada más que una cuantas chozas hechas de ramos espinosos y paja además de algunos recintos para el ganado.
Sin embargo nuestro anfitrión habla mucho, y consigue que este lugar desierto empiece a revelar-nos pequeños secretos que nos permiten entender que detrás de la aparente casualidad de este pequeño grupo de habitaciones hay una sabiduría milenaria que no deja ningún detalle al azar.